"Un lugar para la Batalla"

Todos somos conscientes de la gran calidad espacial, urbana y arquitectónica que presenta la Plaza de la Virgen Blanca. Sin embargo, en la actualidad, se encuentra colonizada. Aparecen elementos como el monumento conmemorativo de hazañas bélicas; a su alrededor acólitos jardines de formas geométricos y pasos que realzan la implantación de la escultura. Toda esta trama da la espalda a las calles que acceden a la plaza, impidiendo la libertad de recorridos y disfrute libre del espacio. Se agrava la situación con la travesía de vehículos que actúa como barrera de acceso a las vías antiguas de la ciudad. Esto nos impide que su calidad espacial se muestre con su máxima fuerza.

Hoy en día no resulta sencillo imaginarnos el papel tan importante que las plazas jugaron en la vida de la ciudad antigua. Las relaciones e intercambios de ideas se efectuaban mediante conversaciones en la plaza del mercado, en una época donde la imprenta y el periódico todavía eran minoritarios. Era el espacio de mentidero humano y de tertulias soleadas.

La plaza, antiguamente Plaza Vieja, se configura como espacio que resulta de encajar la Plaza Nueva entre los límites edificados del antiguo ferial. Su recinto y contorno se modifican al transformar las fachadas de la primera ampliación medieval y de la plaza de Olaguibel.

Las características de este espacio se ven alteradas, a principios del siglo XX, por la construcción en su centro, de un monumento en honor a la Batalla de Vitoria acaecida el 21 de junio de 1.813. Esta construcción no se vio exenta de polémica ya que la Comisión Técnica del Ayuntamiento se opuso a que el emplazamiento fuera en la Plaza Vieja. No pudo ser y el monumento central obligó a desplazar los puestos del mercado. Pero siguió la polémica y al poco tiempo se recogieron firmas pidiendo al Ayuntamiento que no se construyeran los jardines proyectados ni se interrumpiese la costumbre de celebrar ferias. Pero la plaza tenía ya fijado el destino de soporte conmemorativo que hoy conocemos.

La historia de las urbes está jalonada de hechos y momentos cruciales que se deben recordar y perpetuar a través de su memoria, de sus obras y monumentos, recuerdos petrificados de la historia colectiva de la ciudad. Pero deben de adecuarse a los lugares, plazas, espacios, sin que ello represente un desequilibrio. Una conmemoración bélica no puede hipotecar, permanentemente, el disfrute de los ciudadanos de un espacio, que les pertenece.

El arquitecto y urbanista vienés Camillo Sitte en su libro "Construcción de ciudades según principios artísticos" se interesa por los espacios urbanos, por los valores de movimiento y líneas de visión, proporción y escala. Rechaza de plano la existencia de masas escultóricas aisladas y dominantes ya que rompen la armonía visual. De este modo, el centro de las plazas debería quedar libre, y los monumentos situados en los muros o paredes del contorno.

La Plaza de la Virgen Blanca brinda la riqueza y calidad de sus arquitecturas, su forma, la confluencia de calles, su conexión con plazas contiguas. La gran planta, en forma de trapecio, nos muestra una pendiente ascendente que converge en el rotundo escenario de la iglesia de San Miguel. La escalinata de acceso al templo, la amplia terraza como prolongación de los Arquillos, y el gran pórtico enmarcado por las torres de San Miguel y San Vicente. En resumen, el corazón y centro neurálgico de la ciudad.

El desplazamiento del monumento al perímetro de la plaza, o a otro lugar; la supresión de retales de césped y caminos y la desviación del tráfico por la calle General Alava, cambiando su sentido de dirección; son actuaciones inevitables si queremos devolver su espíritu a este privilegiado e histórico espacio urbano.

En Vitoria-Gasteiz, a 14 de junio del 2.000
Pablo Carretón. Arquitecto.